Se anda corriendo un rumor
- facundocastro18
- 12 oct 2022
- 2 Min. de lectura
Todo comenzó cuando renuncie a mi último trabajo, no tenía claro que iba a hacer, solo pensaba en tirar para adelante.
Así que comencé a pensar ideas para un nuevo trabajo o emprendimiento. Barajé las siguientes posibilidades, cuidador de cementerio, fabricar combustibles bio diesel o ser paseador de perros. Cuando me quedé sin ideas, le pedí a Dios que me diera una y así surgió “buscador profesional de historias para escribir”. Pero, ¿Cómo consigo esas historias? ¿A quién se las pido? ¿Las compro o pido que me las regalen?
Al día siguiente comencé con dicha empresa, me levante temprano y salí a repartir folletos que decían “COMPRO HISTORIAS, ANÉCDOTAS, CHISMES O ALGO QUE TENGA PARA CONTAR”. Deje folletos por debajo de las puertas en el barrio, también en el mostrador de algunos negocios de amigos y por supuesto, en la estación del tren.
En la primer semana me llamó Don Pascual, que vivía cerca de mi casa, y me conto su historia de cómo llegó a la Argentina cuando era un chico con sus padres y escapando de la guerra, dejando atrás a su Italia natal para no volver más. También Patricia, que vive en un edificio de Rivadavia, me quiso vender el chisme de quien era el amante de su vecina, pero no se lo compré porque era muy caro, igual así, unos días más tarde se ve que no aguantó y me lo dijo gratis y con lujo de detalles, quien era el amante, de que trabajaba y hasta la patente de su auto, Patricia resulto ser mejor que un agente de la KGB. Y Jorgito, el nene que va al club del barrio, me relato la historia de su amor platónico, la maestra de segundo grado y su frustración cuando se enteró que ella era casada y que lo suyo nunca se iba a dar, hermosa historia.
Al cabo de un mes hice un inventario para ver cuántas historias tenía hasta ese momento, conté: diez historias nostálgicas, cuatro amores no correspondidos, cinco fantasías in comprobables, un encuentro cercano del tercer tipo, catorce chismes vecinales. También el inventario arrojo otros resultados: la gente que vive en edificios cuenta historias sin emoción, las personas mayores de ochenta años tiene anécdotas buenísimas pero se olvidan algunos detalles como fechas y lugares, las señoras de cuarenta años que no tiene hijos, siempre piensan que el vecino de al lado vende o consume drogas y las historias de los niños siempre son verdad.
La empresa iba de maravilla, crecía tanto que me tuve que expandir, inscribirme en la AFIP como responsable inscripto. Y como quería llegar a todos los rincones del barrio, compre una camioneta y salí por las calles gritando por el megáfono “aproveche señora, compro historias anécdotas” “compro chismes, relatos Señora”. Esto marco una diferencia y las historias no paraban de llegar, muchos me la regalaban y otras las pagaba, pero la gente tenía muchas ganas de contarlas o quizá sacárselas de encima. Entraron historias de superación, otras de ambiciones y hasta de tesoros escondidos en el barrio.
Pero esto no para de crecer, ya tomé tres empleados y tenemos dos camionetas comprando historias por las calles. El próximo paso va a ser venderle las historias a Netflix.
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