Levantarse después de una caída
- facundocastro18
- 12 oct 2022
- 2 Min. de lectura
Quizá piensen que soy mal tipo por reírme del viejo Enrique, pero lo que pasó quedó en la historia… una historia de terror.
Lo conocíamos del bar del club, donde nosotros jugábamos al fútbol y después tomábamos una gaseosa en el buffet, ahí estaba siempre el viejo Enrique tomando una copa. Su único tema de conversación era jactarse de sus años en el ejército y sus peripecias mientras prestó servicio. Decía que no le tenía miedo a nada y que no había trabajo que él no pudiera hacer. Había sido domador de tigres en el circo, cuidador de cementerio, carnicero, peluquero y taxista.
Y se dio que cerca del club abrieron una casa de empanadas y necesitaban una persona para hacer promoción en la calle… disfrazado de empanada. Le jugamos una apuesta: que no se animaba a tomar ese trabajo, y si lo hacía por una semana, le pagábamos la copa de todo un mes. Y fue así que agarró viaje.
A tan solo unas horas que empezó a repartir los folletos, le urgió una necesidad biológica, primero nos pareció gracioso ver como aceleraba los pasos y repartía más rápido, pero después de un rato empezó a tratar mal a las personas. Les decía: “Acá tiene el folleto, vaya y compre, chau”. ¡Como habrá transpirado el viejo adentro de ese disfraz de empanada!
Llego un momento en el que ya no pudo contener semejante urgencia, la mancha y el olor dieron aviso de que algo andaba realmente mal.
Los dueños de la casa de empanadas no solo lo echaron, sino que también le hicieron pagar el traje. Solo duro un día.
El viejo Enrique no apareció más por el club y la casa de empanadas cerró sus puertas al mes, los clientes asociaban las empanadas con la urgencia de Enrique y nunca más las compraron.
Para Enrique y la casa de empanas fue una situación… de mierda.
Jajajajaja muy bueno!